Budismo: Nirvana ¿Qué es y cómo alcanzarlo?

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El nirvana es quizás uno de los conceptos más profundos y a la vez más enigmáticos del budismo. Representa el estado supremo de iluminación, la meta final del noble sendero budista. Es la liberación completa del sufrimiento y del ciclo interminable de renacimientos al que estamos atados.

Pero exactamente, ¿qué es el nirvana? ¿Cómo puede describirse con palabras algo que trasciende toda conceptualización? Y lo más importante, ¿es realmente posible para el común de los mortales alcanzar un estado tan elevado tras incontables vidas de limitación kármica?

La impermanencia como barrera al nirvana

Para entender el nirvana, primero debemos asimilar las otras nobles verdades budistas. Estas revelan que la insatisfacción está entretejida en nuestra existencia mundana. Somos seres transitorios, sujetos a enfermedad, pérdida y muerte. Aferrarnos a esta condición impermanente es fuente de sufrimiento.

De ahí que anhelemos ardientemente trascender estas limitaciones. Nuestra mente concibe entonces un estado idealizado de dicha eterna, completa, perfecta. Le ponemos el nombre de nirvana y creemos que alcanzándolo colmaremos ese anhelo tan hondo de infinitud que llevamos dentro.

Pero la impermanencia se interpone una y otra vez en nuestro camino. Por mucho que lo intentemos, no podemos hacer durar los momentos felices. Nuestros cuerpos envejecen, nuestros seres queridos mueren, lo construido se derrumba.La incapacidad para retener lo deseado, es una fuente de frustración que nos pasa factura a diario.

La naturaleza esquiva del nirvana

Cuando los textos budistas hablan del nirvana, utilizan imágenes poéticas para tratar de capturar su esencia. Le llaman la otra orilla, la ribera opuesta, la isla remota, el océano infinito. Siempre se encuentra a cierta distancia, más allá del alcance inmediato.

Y es que por definición, el nirvana trasciende las palabras y los conceptos. No puede ser descrito, sólo entrevisto por aquellos que han avanzado mucho en el Sendero Óctuple. Se le caracteriza más bien en negativo, por aquello de lo que está libre: es la ausencia de ignorancia, de pasiones, de apegos, de karma, de renacimiento. Pero en esencia permanece indefinible.

Los textos aclaran que no debemos concebir el nirvana como un lugar especial, sino como un estado mental de quietud absoluta, desapego y lucidez insuperable. Un espacio de conciencia tan vasto como el cielo, en el que la mente del iluminado se funde con la Verdad última de las cosas.

El camino gradual hacia la liberación definitiva

Alcanzar este estado, admiten los maestros budistas, no es tarea fácil ni rápida. Requiere una larga preparación a lo largo de muchas vidas para purificar el karma y desarrollar la sabiduría penetrativa necesaria para despertar. Por eso conciben el nirvana como la culminación de un extenso camino espiritual de autoperfeccionamiento.

En cada vida sólo podemos avanzar un trecho en la senda. Vivir con ética, serenidad y compasión nos acerca gradualmente al ideal del despertar. Cuando al fin se alcanza, se dice que es como llegar a la cima de una alta montaña tras superar mil peligros y fatigas. El gozo y el asombro ante el paisaje son igualmente infinitos.

Por eso los budistas insisten en no desanimarse y seguir esforzándose vida tras vida. Cada paso cuenta y nos acerca al estado de libertad definitiva respecto al sufrimiento mundano. Cada acción, pensamiento o meditación purifican lentamente el karma y la ignorancia ancestral que nos encadena al samsara.

Así, poco a poco, vamos desarrollando las alas necesarias para un día cruzar sin miedo las turbulentas aguas del océano y posarnos suavemente sobre la otra orilla, en la isla del nirvana.